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martes, 11 de octubre de 2011

Las Fiestas Eternas de Dios





De Nuestros Archivos



“Habla a los hijos de Israel y diles: Las solemnidades de
YHVH, las cuales proclamaréis Santas Convocaciones,
estas serán MIS Solemnidades”… (Levítico 23:2).
INTRODUCCION
A diferencia de lo que las teologías romana y cristiana
evangélica piensan sobre las Fiestas Bíblicas, no hay duda que éstas
tienen un génesis innegable: el corazón de Dios.
Las Fiestas Solemnes forman parte de la Alianza Eterna con el
pueblo hebreo. El Eterno nunca pactó con otra nación que no fuese la
simiente de Abraham. La Sagrada Escritura nos informa que la Alianza
hecha por medio del israelita Moisés es inalterable. Dios promete a
Israel la vigencia de Su Pacto y de todas Sus promesas fundadas ahí
(Isaías 55:3, Éxodo 19:5).
La expresión «Fiesta», sin importar el tipo de evento, siempre será
entendido como un momento especial que denotará gozo, exaltación,
colorido, belleza, etc.
Cuando Dios ordena Sus Fiestas y las calendariza, está clara la idea
que Él quiere que Sus hijos se alleguen a Su presencia con alegría y
dones voluntarios. Son fechas festivas de Dios y para Dios. Incluso,
hasta en los lugares inimaginables, si se tiene fe en Él, nunca habrá
obstáculos para adorarle. Nos dice Éxodo 5:1:
“…El Dios de Israel dice así: deja ir a Mi pueblo a
celebrarme Fiesta en el desierto…”
Nuestra historia comienza con una breve reflexión acerca del mundo y
su estado espiritual: una amplia dimensión arenosa y hostil. El
pecado, sumergido, paciente aguarda bajo el ígneo follaje.
Entre incontables sendas donde los basiliscos se ocultan tras la peña,
solo hay una vereda segura hacia la tierra prometida y es tomado de la
mano de Moisés (Moshé). A pesar de tal condición, la Ley del Eterno
dulcifica el ríspido y cotidiano andar de la vida haciendo pisar
confiadamente a los de perfecto Camino, hollando las fronteras
sofocantes de la arenosa superficie mundanal.
Las Fiestas Eternas de Dios


De esta forma, el moderno pueblo de Dios celebra Fiestas en este
desierto; ningún mundo inhóspito evitará que el Eterno reciba la honra
que merece. No obstante los escorpiones que lanzan sus ponzoñas a
aquellos del Camino, perseveramos en marcha alegre, no temiendo,
mas sosteniéndonos como viendo al Invisible.
Desde los tiempos antiguos, el Santo y Bendito Dios nos entregó Sus
memoriales a fin de que tengamos siempre en mente Su gracia
salvadora e inefable amor. Y al mismo tiempo, por medio de éstos nos
enseña a adorarle y amarle. Las Solemnes Fiestas: Pascua,
Pentecostés y Cabañas (en hebreo Pésaj, Shavuot y Sucot), fueron
promulgadas por el Eterno como Sus Tiempos sagrados. También
incluyó las Festividades dentro de Su Plan redentor, por lo que será
justo que al referirnos a ellas debamos hacerlo con el debido respeto
y conforme al sacro nombre que originalmente les fue otorgado. ¿Sabe
usted cómo las llamó el Señor? Él les dice: “Mis Solemnidades”,
“Santas Convocaciones”, esto significa: Tiempos o momentos muy
Sagrados, (en hebreo Semán Matán Toratenu).
Algunos escritores cristianos suelen calificar las sacrosantas
Celebraciones como simples “festivales de Moisés”, “fiestas
agropecuarias”, “fiestas sacerdotales” ó “fiestas del antiguo Pacto”.
Ciertamente, las Fiestas Santas son relativamente añejas, pero
muchos ignoran que ellas aún preservan palpitantes el perenne
Espíritu que las engendró. No existen razones para llamar a las
Festividades bajo rústicos términos, ni tampoco la Sagrada Escritura
las presenta así. Igualmente, es verdad que las Santas Fiestas
poseen un cierto sentido agrícola/sacerdotal, -más no es su
característica única-, y obviamente también se encuentran
establecidas en la Alianza antigua del Sinaí. Sin embargo, cuando los
escritores cristianos evocan las Fiestas Bíblicas con tan descorteses
expresiones haciendo énfasis una y otra vez en el carácter de las
Fiestas como un todo exclusivo del oficio levita, nos queda claro que a
través de ese adulterino malabarismo Bíblico, su mayor objetivo es
degradar la condición Eterna de las Fiestas, para luego
–estratégicamente- negar su vigencia. Esta sofisticada e indecente
maniobra, no debe resultarnos extraña, porque a través de los siglos
los enemigos de Israel han proclamado ideas muy opuestas a las
Leyes del Cielo.
Debido a que los poco amables títulos: “fiestas de leví”, “fiestas
agropecuarias”, fiestas del «sistema antiguo», no reflejan el carácter,
ni Majestuosidad, ni gloria de su Autor Único que es Dios, por respeto
a esa Gran Autoridad Celestial, podrá el lector advertir que en el
documento “Las Fiestas Eternas de Dios”, dichas terminologías no

serán empleadas bajo ninguna circunstancia, en cambio siempre nos
serviremos de las expresiones más sublimes y excelsas. El lector se
familiarizará poco a poco con ellas, en la medida que se vaya
descendiendo bajo el follaje exegético de estas páginas.
Los Santos Festivales y la fiesta semanal del Reposo, han venido a
considerarse la “señal” de Dios para con Su pueblo elegido. Por ello
el Eterno las estableció como días de descanso obligatorio de forma
permanente (Levítico 23:24, 35; Ezequiel 20:12).
Cuando se aproximan los “Días Festivos”, hasta el más apartado de la
congregación es atraído de forma irresistible a tan hermosas
Celebraciones. Debe saber, el lector, que el hombre que celebra las
Fiestas Santas, no sólo vive en la dimensión histórica que se sucede,
también reconoce otra: la dimensión de los «Tiempos Sagrados» que
por su sabor dulce y glorioso, subsiste y permanece a través de las
edades. El Dios de Israel -Bendito Sea-, solo Él puede hacer Santa
alguna cosa y Él ha vestido de pureza cada una de Sus Ceremonias
colocándolas por encima de cualquier celebración inventada por el
hombre.
La historia Bíblica nos dice que aproximadamente en el año 5, 4 a.
E.C., vino al mundo un israelita mayor que Moisés, un Ser superior a
los ángeles: el Mesías Judío-Nazareno Jesús. Por conducto de él las
Leyes del Pacto tuvieron continuidad. Jesús (Yeshu), no fue un judío
común, fue el mejor de los judíos, un extraordinario observante de la
Torah. Como buen Hijo del Altísimo, él llevaba los mandamientos en
su mente y alma (Deuteronomio 6:6) y enseñó a sus discípulos a
profundizar en su recta interpretación. Es evidente que el Nazareno no
solo guardó las Fiestas de Dios, sino que las amó y se alegró
vehementemente en ellas.
¿Qué importancia tienen hoy las Festividades para los hijos de Dios?
Leamos un pequeño dato de lo que el Judaísmo Tradicional enseña
acerca de la Celebración de las Cabañas (ó Sucot):
“Nuestros sabios llamaron a la Fiesta del Sucot «Fiesta de
nuestra alegría». Enfatizando que la alegría es nuestra al
reencontrarnos con nosotros mismos. Por otro lado, esta
alegría es especial… Esta clase de alegría es particular al
pueblo de Israel y no se asemeja a la alegría de los otros
pueblos. Nuestra alegría consiste en cumplir la voluntad
de Dios… Cuando sentimos que nos falta algo, estamos
descontentos, tal vez Sucot es el momento de la alegría
porque es ahí donde nos sentimos completos… El que se
sienta en la Sucá (Cabaña), está bajo la sombra de la
Emuná (fe), y nadie le puede hacer daño porque Dios está
expandiendo sus alas sobre él como una madre protege a
sus hijos”.
La utilidad de este texto, es para mostrarnos el panorama de júbilo que
ha imperado desde siempre en esta hermosa Fiesta. ¿Conocía Jesús
lo que enseñan las letras judías de la Tradición sobre la Fiesta de las
Cabañas? ¿Se deleitaba el Mesías de Israel en ella? ¿Ó le resultaba
gravosa? Indudablemente, para Jesús como observante judío, la
Fiesta de Sucot también era «la Fiesta de nuestra alegría»
(Deuteronomio 16:13-15), y su máxima alegría era cumplir la voluntad
de Dios (Mateo 6:10, 7:21). Este sentir había en el Maestro cuando
subía al Gran Templo y cantaba el himno/Hallel (Salmo. 113-118),
para adorar a su Padre en los días de Fiesta.
Es necesario llegar hasta el corazón mismo de las Festividades,
conocer su contexto, entenderlas mejor para apreciar su belleza, para
extraer las cátedras de justicia y moralidad que de ahí derivan, porque
éstas son parte del sustento del alma judía. Judíos como Jesús,
estaban totalmente impregnados de la enseñanza que encerraba
cada Fecha Solemne, así como cada precepto de la Santa Torah.
En una ocasión le preguntaron a Jesús, cuál era el Mandamiento
grande de la Ley de Moisés, a lo que respondió:
“ …Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, de toda tu
alma, de toda tu mente y de todas tus fuerzas… Y el
segundo es semejante a este: amarás a tu prójimo como a
ti mismo…” (Marcos 12:30-31).
¿Por qué él considera “grandes” estos Mandamientos? Sin duda, por
los componentes principales que contienen: moral, ética, justicia,
gracia, honestidad, amor, misericordia, fe, etc. Por ello es que al llegar
las Fechas Solemnes, todos los hijos de Dios nos nutrimos de estas
bondades espirituales.
Cuando hablamos de las Sagradas Fiestas, no podemos sino decir
que estos son los “Tiempos Sagrados” que el Eterno fijó para que
entrásemos en comunión con Él. Jesús honró a su Padre durante los
«Días festivos» por lo que, quien estime ser un verdadero discípulo del
Mesías está exigido a imitarlo al grado de parecerse cada día más a él,
-pues todo alumno no hace sino lo que aprende del maestro-. ¿Qué
nos enseña el Maestro de Nazaret en sus hermosas cátedras? Nos
exhorta a respetar la Alianza Eterna, la cual -como señalamos antescontienen
invaluables elementos morales. La Escritura la define bajo
estos términos:

“…Y dísteles juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos
y mandamientos buenos…” (Nehemías. 9:13).
¿También nuestros lectores consideran a Jesús como su Señor, guía y
Maestro? Rogamos al Cielo que así sea y se dejen tocar por sus
excepcionales Palabras.
En la actualidad escuchamos argumentos untados de tanta maldad
como el que “las Fiestas Bíblicas fueron abolidas por Jesús”. Tal
proclamación, además de ignorante resulta hasta enfermiza. No
obstante, al pronunciarse así, se está diciendo precisamente lo
contrario a lo que el Redentor dijo:
“…No piensen que vine a abrogar la Ley o los profetas, no
he venido para abrogar sino a cumplir”.
¿Por qué Jesús defendió la Torah de Dios? ¿Por qué la exaltó? Porque
la amaba. Es esencial recordar que el “mundo” de Jesús no fue la
doctrina cristiana, su mundo era el Templo de Jerusalem, la sinagoga y
la Ley del Cielo (ó Torah de Moisés). Todo lo que él enseñó estuvo
vinculado siempre con la obediencia a Dios y el fiel cumplimiento de Su
voluntad (Mateo 7:21). Nadie amaba –y nadie amó tanto- la Ley
Mosaica como lo hizo Jesús. Es un hecho comprobable que las leyes
de Dios fueron magnificadas por medio de los labios de este Santo
varón, y nunca canceladas como algunos maliciosamente enseñan.
¿Forman las Fiestas parte esencial de la Alianza ó Torah? ¿Cuántos
religiosos “seguidores” de Jesús la defienden hoy en día? ¿Es cierto
que fue temporal la Ley? El testimonio visual del arco iris, es una
demostración inobjetable de que ninguno de los Pactos del Cielo
pueden ser abolidos. ¿Ha notado cuán hermoso es el arco? ¿Le
recuerda algo? ¿Qué nos enseña? Que el Pacto ó Alianza de Dios con
el hombre permanece para siempre (Génesis 9:11-17).
El autor de estas líneas humildemente confiesa amar también las
Leyes del Padre: el Shabat, las leyes alimentarias, las leyes de la
purificación, las humanitarias, etc. También por supuesto, ama las
Solemnes Festividades. Nos preguntamos: ¿debemos hablar en
defensa de las Fiestas? ¿Ó en contra? La respuesta es: Se tiene que
defender aquello que se ama.
Presentados estos antecedentes, en seguida abordaremos los
objetivos de nuestro tema: estudiaremos el Fundamento Bíblico de las
Fiestas Santas, pero examinaremos al mismo tiempo la teología de
movimientos religiosos que se oponen a dichas Celebraciones. Para
fines prácticos, nombraremos estos grupos aquí como movimientos
“Anti-fiestas” ó «Anti-nomianos», (en contra de las Santas Leyes).
¿Quiénes son? Iglesias sabatarias que rechazan el Mandamiento
eterno de las gloriosas Fiestas por ser de raíz judía, pero que
sospechosamente abrazan preceptos de raíz judía, como el diezmo,
entre otros.
Durante las últimas cuatro décadas, uno de estos grupos ha invertido
vanamente su tiempo en desacreditar a movimientos “Pro-Fiestas”ó
«Pro-nomianos», (en favor de las Fiestas), afirmando entre muchas
cosas, que quienes celebramos tales Festividades hemos caído en
una especie de maldición. Sobre esto haremos un breve análisis al
final del tema. Para comprender mejor este tratado, hemos de partir
de este importante principio: Jesús y sus discípulos fueron judíos,
vivieron como judíos y jamás se apartaron de las Leyes judías.
Un esencial punto sobre el cual también haremos análisis, es lo
relativo al decreto de la “Iglesia de Dios 7º día” y su Concilio de
Veracruz, Mex., del año 1962. ¿De qué trata? En pocas palabras
señalaremos que en dicho concilio, las Fiestas de Dios fueron
declaradas como suspendidas. Dice así la minuta de aquel año:
…“Después de haber estudiado lo suficiente sobre las Fiestas,
Pascua, Pentecostés y Cabañas, la mayoría de los componentes del
Concilio ministerial presentando sus bases Bíblicas determinó: SE
SUSPENDAN DICHAS FIESTAS EN SU CELEBRACIÓN”1.
Por ello, cuando en este escrito cuando hagamos mención del grupo
“Antifiestas” (ó Antinomianos), casi siempre será en referencia al grupo
que alabó tan impuro dictamen.
El documento Apologético titulado “Las Fiestas Eternas de Dios”,
que tiene usted en sus manos busca analizar de forma congruente los
argumentos de los “Antifiestas del 7º día” a la luz de la Biblia. No con
la Biblia “cristiana”, (pues ésta no existe), sino con la única Biblia que
conocemos, la que escribieron hebreos como Moisés, Daniel, Isaías,
Mateo, Pablo, etc., porque ninguno de ellos fue un escritor “cristiano”.
Meditemos antes de avanzar, en las siguientes interrogantes:
¿Reconoce la Iglesia 7º día la Palabra de Dios (completa) como
Autoridad de su sistema teológico? ¿Piensa usted que puede un verso
de la Biblia judía contradecir o anular otro texto de la misma Escritura?
¿Cree que puede Dios enseñar justicia y ética en un pasaje de la
Escritura y en otro verso derogar esa misma instrucción
contradiciéndose? ¿Puede el Eterno ordenar Sus Santas Festividades

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por medio de un profeta (Moisés), y posteriormente a través de otro (el
Mayor de todos, Jesús), anularlas? En Juan 10:34-35, Jesús aseveró:
“… la Escritura NO puede ser quebrantada”… ¿A cuál Escritura
se refiere? A la que él conocía y amó: la Torah de Moisés. ¿Tiene
hombre alguno, autoridad para suspender las Leyes divinas? Jesús
tenía amplias facultades y nunca lo hizo.
El apóstol judío Santiago enseña en su carta:
“…Porque cualquiera que hubiere guardado toda la Torah
(Ley) y OFENDIERE en un punto, es hecho culpable de
todos [los mandamientos]…”
El grupo «Anti-fiestas», se presume observante de las Leyes de Dios;
sin embargo, en su Concilio cancelaron tres mandamientos acerca de
las Festividades. ¿Anular tres preceptos, no significa esto violar toda la
Ley divina? ¿No ofende a Dios este miserable acto? ¿Cómo los
considera el Apóstol? Como violadores de toda la Torah. ¿Qué
manifiesta la ética de Santiago? Que debemos obedecer la Biblia
entera, no solo partecitas. ¿Está respaldando Santiago la continuidad
de todo el AT para los creyentes del NT? Sí ¿Pueden los ministros
«Anti-nomianos», después de hacer menosprecio a las Solemnidades,
rezar como David… “Cuánto amo yo tu Ley”…? ¿Aman la Torah de
Dios los gentiles-cristianos del “7º día”? ¿Cómo poderse deshacer de
algo que se ama? Es notorio que la iglesia del 7º día no amaba las
Fiestas de Dios, debido a ello se les dio “carpetazo” en aquella
Asamblea.
Seguramente no faltará algún ministro cristiano Antifiestas que se
apunte a refutar nuestro documento –y estará en su derecho-;
empero dudo que lo hagan exitosamente, pero antes de hacerlo, invito
a cada lector a que pacientemente estudie por cuenta propia y punto
por punto, en todas las fuentes posibles el origen y significado de cada
Fiesta Solemne. Cuando ya tenga avanzado algo, seguro notará que
nuestros Festivales Bíblicos no eran lo que sus pastores gentiles le
habían enseñado. Ahora que si decide no indagar y opta por un
alegato infructuoso, queda advertido que tendrá que «ceñir bien sus
lomos» y enfrentar directamente al gran defensor de la Torah judía, el
Nazareno Jesús, partiendo de esta enseñanza: “…No piensen que
vine a abrogar la Ley o los profetas, no vine a abrogar, sino a
cumplir…” (Mateo 5:17).
Luego deberá seguir con éstas:
“…Os digo que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni
una jota, ni un tilde perecerá de la Ley [de Moisés]…”


Un verdadero discípulo de Jesús no tiene porqué invalidar una Ley que
el Creador eternizó y que el mismo Jesús recomendó. La entrega de la
Ley al hombre fue un Pacto unilateral, Él dijo y se hará. Dios no le
preguntó a ningún hombre si deseábamos Sus Leyes, tampoco va a
preguntar si no las queremos más. La Sabiduría del Cielo subraya: “Ni
una jota, ni un tilde perecerá de la Ley”… Ni siquiera el punto de
una «i», los cristianos deben desdeñar. Pregunto al amable lector,
¿«Ya perecieron el cielo y la tierra» Mateo 5:18? Atreverse a
borronear el acento de una «i», será de consecuencias más que
graves.
¿Se equivocó el movimiento del 7º día al derogar la orden divina de las
Fiestas? ¿Equivocarse? ¡No! Podemos asegurar que quienes
actualmente pertenecen a tal movimiento (año 2009), sí están
totalmente errados, pues no hacen sino entonar una y otra vez aquella
tonadilla rancia de hace poco más de cuatro décadas. Los Antifiestas
del Concilio de 1962, no estaban equivocados, estaban torciendo la
verdad deliberadamente, estaban mintiendo de forma sistemática y
calculada. Esto será demostrado fácilmente a lo largo de este
documento.
No obstante tan grave falta, sin duda, habrá entre ellos hoy gente
estudiosa que ame las Verdades de Dios. En este escrito, los lectores
solo tendrán un pequeño panorama de lo que pueden encontrar si se
deciden investigar por su cuenta con una mente abierta y un corazón
humilde. Deseamos en el Dios de Israel, que el contenido de estas
páginas pueda captar la atención de Obreros, mujeres, jóvenes y
adultos de buena voluntad, y se pongan en las manos del Eterno para
que les conduzca en esta importante tarea. Confiamos que al
propiciar tal investigación, en muy pocos días el cristiano del «7º día»
tendrá pruebas concluyentes de la absoluta vigencia de las Fiestas
Santas, y entonces se ajuste a lo siguiente:
“Cualquiera que oye estas palabras y las hace, le compararé a un
hombre prudente que edificó su casa sobre la peña. Y descendió lluvia,
vinieron ríos, soplaron vientos que combatieron aquella casa, pero no
cayó porque estaba fundada sobre la peña” (Mateo 7:24-25).
¿Desean nuestros lectores poner su salvación en las arenas
movedizas de la teología Antifiestas? ¿No será mejor colocar los
fundamentos de su fe sobre la Roca sólida de la Perpetua Ley de
Dios? ¿Son Santas ó impías las Fiestas Solemnes? Si son Santas,
significa que proceden de Dios, entonces debemos amarlas.









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